19 enero, 2015

El gran héroe

 Una ficción de robots... hoy día es de lo más común ver en el cine una de robots. Hay una duda gigantesca con los robots, si acaso la dicotomía bestia/soberano se disuelve... se disolverá? Pues el robot de qué lado está; tiene vida? siente? piensa? Tantas cosas que ya han sido bien exploradas por el cine. Podemos amar a un robot? Acaso el robot supera al animal en el amor? Será algo más que una mascota? Domesticar al robot parece mezclar lenguas inconexas... 
 En la primera escena de este film de Walt Disney hay un club clandestino para celebrar riñas... Por cierto, la película animada se llama 6 Grandes Héroes. Decía, no de gallos o perros las riñas, sino de robots. En un espacio que se parece al que ocuparían un par de sumotori cada participante comanda acodado a lo zen, a su robot boxeador-destructor. Estos enfrentamientos suelen durar hasta que una de las partes estalla, se descoloca, se desmembra y deja manchas de aceite y chillidos cibernéticos sobre el paño.
 Como en muchas de estas películas encontramos que el protagonista se hace amigo de un robot, hermano de un robot. Allí están las aventuras más apasionantes cuando lo humano y lo inhumano se entrecruzan, se tejen complicidades y el mundo se arrodilla ante el plus de poder de estas amistades de los tiempos poshumanos. En el nudo de lo que va aconteciendo no hay mucho más para agregar. Está el malo, el que roba y se apropia de los descubrimientos de los buenos para hacer daño, está el empresario sin escrúpulos para quien la ciencia es fue y será un negocio. Están los amigos que ayudan al héroe y tantas escenas hacen que el espectador recuerde otras mil animaciones vistas antes. Pero lo mejor de todo esto es encontrar viva más viva que nunca la prehistoria de los cánones metafísicos. Los clásicos: muerte se opone a vida y apariencia a ser y alma a cuerpo. Este último es formidable para este mundo cibernético porque si bien no hay nada que no sea materia hecha y rehecha por la técnica, la idea de que aquello que permanece que está más allá y que puede ser recuperado porque es inmortal, y que además, funciona como banco para que las cosas puedan ser repetidas, recopiadas, reproducidas, esa idea está fresca como de costumbre. El cuerpo siempre es un material disponible, una bella forma que puede ser recreada si se cuenta con la tecnología adecuada para que ello se logre. Y, sobre todo si hay un alma capaz de insuflar ese soplo determinante que devuelva, aunque suene inverosímil, esa identidad personal, la misma. Quién se quejaría de que es otra persona, de que se trata de otro robot porque el cuerpo no es el de antes, el cuerpo original se ha perdido para siempre, en el limbo, en la batalla o en una suerte de inmolación. Pero se ha salvado algo, se ha salvado la memoria, el chip único desde el cual es posible repetir al cuerpo. El chip es una materia un tanto extraña, materia al fin, pero que pretende ser presentada como lo otro del cuerpo, es una materia que se ve y se toca con otros ojos y manos intangibles. Nadie asociaría ese chip a algo que pueda ser confundido con lo corporal, con el plástico, la silicona, el color, la textura, los brazos mecánicos de aleaciones super especiales que se fusionan en el interior. Primer superpoder: el alma infinita sobrevive al espacio infinito donde el cuerpo finito se pierde y además, segundo superpoder: de ese mismo caos, cuya fuerza de absorción es insoportable, el alma puede retornar.  
               

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