31 octubre, 2012

Libro devuelto a la biblioteca

 De aquel texto de Oé nos quedó sobre todo algunos modos de describir al hombre obeso, al estanque de los osos y la conversación con la madre. Había más cosas, estaba el olor.... con seguridad a agua o pescado podrido; cómo podía ser tan intenso el olor en aquel frío que casi había matado al hombre obeso, al casi caerse al estanque de los osos. Seguramente no se hubiese ahogado pero sí se habría congelado en ese témpano artificial.
 Aquello contrastaba con el verano y las tardes tranquilas en que leíamos a Oé en el fondo de la casa. En el silencio de las tardes y de las largas vacaciones con las perras descansando cerca nuestro y los árboles proporcionando buena sombra mientras disfrutábamos ese buen regalo de tía. Aquel año tía nos sorprendió con ese texto de relatos de lectura envolvente pero difícil de asimilar. En años anteriores habían desfilado Kawabata y Mishima. La traducción de Oé parecía esmerada y sin saber nada del original se podía percibir que el tono del autor no moría o se echaba a perder en el trasvasammiento a la lengua occidental, como pasa tan a menudo y que da por resultado unos textos semimuertos que ningún lector puede remontar ni en la más bien predispuesta lectura; paciente y benévola.
 Actualmente ese libro de Oé reposa en una de las bibliotecas de tantu y cuando nos acordamos de ese primer gran relato que abre el libro quisimos hojeralo y releerlo. Después del tercer o cuarto americano ya no lo pensamos más, al verano aquel lleno de proyectos del pasado, y corrimos en la semioscuridad y regresamos con el libro de hojas amarillentas pero firmes. 
 El libro cerrado aún reposa sobre nuestras piernas cruzadas, lo tomamos con una mano y luego la otra mano para comenzar a releerlo, antes repasamos el nombre del traductor, son dos, una señora con nombre nippon, la otra no. Vamos a comenzar. Pero las huellas de huellas sin origen deben estar revoloteando de manera insoportable, acediándolo todo allí dentro en ningún lugar. Y el inconciente no reprime nada, el inconciente repite y repite. Por eso cuando notamos que todo ha sido delineado por la misma monotonía por el mismo automatismo deseante nos queremos salir. Pero hacia dónde correr; por dónde huir? El libro de Oé vuelve a ocupar la misma disposición en los estantes de la biblioteca y dejamos que la noche avance sola envueltos -todos así estamos con seguridad- presos, aunque desdeñoso sea decirlo, de imborrables huellas atávicas de las que no logramos desembarazarnos.  
  

No hay comentarios: