01 abril, 2011

Para después caer y que alguien te cuide

 Algunas cosas que me rodean me hablan de un modo u otro, cuando las miro. O me doy cuenta de pronto que hacía rato me observaban esas cosas y no me percataba del todo. Pero cuando la noche me envuelve, a veces, me acuerdo de yerbalito. Bajamos, penetramos la noche, esa soledad de aquel barrio azaroso donde todo me lo supe tan bien apropiar. A la ribera del sarmien con calor con frío, una vez con nieve, con sordera y sin luz los quince por escalera y ese zumbido insoportable de la avenida, las vistas de la ciudad monstruosa que no se puede creer que un paceño no podría creer... Todas las lunas y los soles a la mañana horrorosa y plácida a la tarde, y el viento corriendo del sur y del este y de todos lados el olor de la comida y la marihuana del 14; todo ese conjunto siniestro de lo que está bajo nuestros pies. En la estación de servicio que está en la esquina compramos cigarrillos y ustedes compran también chocolates que a marcel le gustan y venimos caminando despacio, con camperas que nos hacen parecer un poco más gordos y no nos cruzamos con nadie porque a esas horas avanzadas las calles están desiertas. Siempre ustedes dicen cuando ya no estemos juntos cuando ya no estemos juntos, como una música que saben hacer girar en un sentido y en otro. Y yo hago una mueca de fastidio y miro para atrás, a mí me parece que realmente ese día no va a llegar, lo veo demasiado lejano; trato de ver algo pero en el horizonte no puedo distinguir formas precisas. Quiero subir, estar en yerbalito, viajar primero en el ascensor linchyano que un día, por necesidad, caerá al foso se hundirá en el subsuelo y la cara del pelado juan carlos lo dirá todo sin decir casi nada, como el mejor amigo del hombre que está más allá o acá de la ley del hombre.
 Olvidé la lluvia, ver y escuchar llover en yerbalito es un montón de música, un chorro de tonalidades que te va revoloteando alrededor con paraguas que se te trepan desde abajo y te persiguen para acariciarte; cuando mirás, sí, para abajo -a ese abismo doméstico- siempre te dan ganas de tirarte por eso después cuando duermo ustedes sienten mientras les abrazo que caigo del árbol donde dormían los ancestros monkies.